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Gloria Montenegro Rizzardini:

La científica tras los secretos de la miel


Aunque las propiedades antiinflamatorias y antibacterianas de ese producto dependen de su origen: Si es monofloral es más valiosa y si proviene de una planta endémica es más exclusiva. “Desarrollamos las primeras mieles de Chile con un factor que indica su poder bactericida y las exportamos promoviendo la identidad país”, destaca la investigadora dedicada a la innovación y la producción científica.

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photo_camera Tras casi dos décadas de investigación en las propiedades de la miel de Ulmo, Gloria Montenegro desarrolló un factor que indica el poder bactericida de la miel nacional, "Active Patagonia Factor", siendo galardonado recientemente con el London Honey Award 2021. (Fotografía: Karina Fuenzalida)

Fue la primera latinoamericana en ganar el premio L’Oréal UNESCO a Mujeres en Ciencias (1998). Tiene más de 250 publicaciones científicas, 23 libros, 37 patentes –solicitadas y otorgadas- y varios reconocimientos mundiales. El último de ellos fue el London Honey Awards 2021, por el desarrollo de la miel Terra Andes con Active Patagonia Factor (APF), en las categorías platino y bronce.

Gloria Montenegro Rizzardini cuenta su vida y obra sin estridencias. Feliz de sus logros, orgullosa de su familia, de sus equipos y de su alma mater. De memoria prodigiosa, no escatima reconocimiento a quienes la han acompañado a lo largo de los años. “Las oportunidades en la vida hay que tomarlas y creo que las he aprovechado bien. Siempre aliento a las investigadoras jóvenes a asumir los desafíos, si algo sale mal, la próxima vez será mejor. Hay que atreverse, de los errores también se aprende”.

Sus ojos azules, con delineador ad-hoc, transmiten viveza y entusiasmo. Tiene invitaciones para hablar del Quillay en Dubai y para integrar un jurado que reconocerá la labor de mujeres científicas en París. Vivió varias veces en Estados Unidos, admira la biodiversidad de Costa Rica y sus pioneras leyes de protección ambiental. Ha recorrido nuestro país de Arica a Chiloé y de la cordillera a la costa; pero, sobre todo, le impresiona el sur de Chile, ”por su maravilloso bosque templado endémico y su enorme variedad de ecosistemas".

Le fascina nadar y le gusta mucho la comida italiana, que ella también prepara. Le encantan los boleros y un poco el tango; disfruta las novelas costumbristas –“ahora estoy releyendo a Baldomero Lillo”–; y durante la pandemia tuvo a la mano libros de Mario Vargas Llosa e Isabel Allende. “También leo poesía, porque me ayuda a escribir mejor”.  
 
Lleva –“con mucho orgullo”- 51 años trabajando en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde recibió su título de Profesora de Biología y Ciencias Naturales en 1964. Hoy es profesora titular, investigadora y secretaria académica de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal. También realizó varios cursos y estadías de especialización en las universidades de Houston y Texas, y trajo el primer microscopio de barrido al campus. “Costaba como US$120.000 de la época. Fui a pedírselo al encargado de la embajada de Japón en Chile y mi argumento fueron dos carillas con la lista de científicos que podían aprovechar ese instrumento”.

Su pasión por el campo y la ruralidad  

“Nací en Santiago, pero desde siempre me gustó el campo. De niña, vivía en una casa grande cerca del camino a Maipú. Solía estudiar entre unos naranjos maravillosos y siempre me preguntaba por el origen de ese olor de aceites esenciales exquisito que emana de esos frutales. Quizás eran mis inicios en la bioprospección”. Ese es el primer recuerdo de Gloria Montenegro sobre su afición al estudio de la naturaleza para detectar organismos y sustancias en beneficio del ser humano. 

Atesora una infancia feliz. Su madre –viuda desde joven– le legó a ella y sus hermanas la afición por la lectura y la importancia de ir a la universidad. “Ella tenía una mente amplia y libre que nos impulsó a esforzarnos, las cuatro somos científicas”.  

Luego de un difícil paso por un colegio de monjas -“yo era muy inquieta y curiosa, las religiosas perdían la paciencia conmigo”- llegó al Liceo N°1 del cual reconoce su excelencia académica. Entró a la UC sin problemas y disfrutó “a concho” su vida universitaria: “Me gustaba aprender, salir a terreno, compartir con las comunidades donde trabajábamos y era muy activa en la Catequesis (hoy conocida como Pastoral)”.

Se casó con su profesor, dr. Claudio Barrios, ya fallecido, de quien reconoce haber aprendido mucho. “Él fue mi gran mentor, me exigía, me apoyaba y era el primero que leía mis papers. Él comprendía la importancia de mi trabajo, las largas jornadas en el laboratorio y los viajes fuera de la ciudad. La experiencia de vivir en Estadios Unidos –donde él se doctoró y yo hice varios cursos, porque hacer un postgrado sin beca era imposible– nos ayudó a compartir roles y criar a nuestros dos hijos. Era una época patriarcal, donde los hombres chilenos estaban acostumbrados a que la mujer fuera dueña de casa y, por eso, muchas colegas se fueron quedando en el camino”.  

¿Qué le parece el movimiento feminista?   
-Estoy de acuerdo que exista equidad de género: que las mujeres tengan las mismas oportunidades, cargos y salarios que los hombres. También que éstos compartan las labores del hogar y la crianza. Es necesario seguir abriendo el camino de la valorización del trabajo de la mujer. Pero, hay que dialogar y saber abrirse espacios sin violencia, con respeto. Yo valoro las diferencias y creo que es importante para avanzar en la vida.  

Si bien ella siempre pudo compatibilizar las publicaciones científicas con la ciencia aplicada, ésta antes era “mal vista, era como algo peyorativo. La gente no sabía lo que pasaba en los laboratorios. Afortunadamente, esto ha ido cambiando, lo que nosotros hacemos debe ir en beneficio de la comunidad, tenemos la obligación de transferir nuestros conocimientos, con las respectivas patentes que resguarden la investigación”.

Por su trabajo con plantas nativas y productos apícolas, Gloria Montenegro siempre mantiene contacto con los agricultores y le interesa saber cómo viven. “No solo me atraen las plantas nativas, sino la ruralidad: conversar con ellos, visitar sus casas, sus apiarios y plantaciones, y ver cómo podemos ayudar a las poblaciones vulnerables de nuestros campos, protegiendo la biodiversidad”. 

El factor miel 

Según la profesora Montenegro, el extracto fenólico de la miel de ulmo –donde están mayoritariamente los compuestos del tipo fenoles y flavonoides- tiene un actividad controladora de bacterias importante, muchas de ellas cada vez más difíciles de contener con antibióticos sintéticos. (Fotografía: César Cortés)
Según la profesora Montenegro, el extracto fenólico de la miel de ulmo –donde están mayoritariamente los compuestos bioactivos del tipo fenoles y flavonoides- tiene un actividad controladora de bacterias importante, muchas de ellas cada vez más difíciles de contener con antibióticos sintéticos. (Fotografía: César Cortés)

Se desarrolló como botánica, estudió las propiedades de las plantas nativas y trabajó en hongos y bacterias. “Un día, mientras trabajaba en un proyecto financiado por el National Institute of Health, un alumno apicultor me pidió hacer la tesis conmigo sobre el origen floral de sus mieles. Así empezamos a investigar. Extraíamos el néctar de una planta medicinal específica, de las cuales la abeja producía miel, analizábamos la química y los compuestos bioactivos, las abejas transmitían esa propiedad a la miel a través de estos compuestos químicos y de las enzimas de su metabolismo. Fue un éxito”.

Según ella, el extracto fenólico de la miel de ulmo –donde están mayoritariamente los compuestos bioactivos del tipo fenoles y flavonoides- tiene una actividad controladora de bacterias importante (especialmente la Staphylococcus aureus, la Seudomona aeruginosa y la Escherichia coli, cada vez más difíciles de controlar con los antibióticos sintéticos).

Tras casi dos décadas de investigación en esa área y siguiendo la estrategia de promoción empleada en Nueva Zelanda –a través de su sello Unique Manuka Facor (UMF) la académica junto a la UC se asoció con la empresa JPM Exportaciones–. Así –y con un contrato a 40 años– desarrollaron un “factor chileno” que indica el poder de una miel como antibiótico natural con la certificación de una miel con el sello “Active Patagonia Factor (APF)”, con la cual ya exportan a diversos países del mundo y ganaron el reciente el premio en Londres. (Ver nota)

Ahora, además han tenido resultados muy positivos con dos mieles monoflorales que pueden controlar la bacteria de las caries dentales. “¡Imagínate hacer una pasta dental con extracto de miel!”, dice entusiasmada. 

Las ganas de gozar la vida y seguir trabajando…

¿Qué le preocupa?
-Me preocupa la falta de financiamiento para la ciencia en Chile; si bien el COVID-19 ha despertado su valorización, eso no es suficiente. Faltan recursos para el desarrollo de la investigación y esto ha sido algo transversal a todos los gobiernos. 

-Es necesario un mayor acercamiento y sinergia entre la universidad y las empresas. El Plan de Desarrollo de la UC así lo contempla y estamos avanzando. Tenemos la obligación de transferir nuestros conocimientos a la sociedad. Yo he podido publicar en revistas de alto impacto mis investigaciones de ciencia básica y aplicar los resultados a través de una innovación o prototipo, trabajo con los apicultores, los agricultores, los que venden hierbas medicinales; compartimos experiencias y hacemos talleres de capacitación. Antes de la pandemia, iba mucho a los mercados, sobre todo en regiones, para conversar sobre plantas nativas que comercializan, cómo cosechan y para qué sirven. También hemos entregado certificaciones de origen a mieles producidas por las comunidades mapuche de Afunalhue.

-Debemos cuidar más el medio ambiente. A fines de la década de los ochenta, di mi primera conferencia sobre el cambio climático en una reunión del International Biodiversity Group y muchos de los fenómenos que discutimos en ese congreso en California se están cumpliendo, como las temperaturas extremas, inundaciones y la sequía. En Chile, el tema del agua es muy, muy preocupante.

¿Cómo explicaría su éxito?
-Soy curiosa, entusiasta, trabajólica y exigente, pero tengo buen carácter. Agradezco las oportunidades que he tenido de desarrollarme y el apoyo recibido de mi familia, mis profesores, las autoridades universitarias –especialmente del rector Ignacio Sánchez, el vicerrector Pedro Bouchon y de mi decano Rodrigo Figueroa-; también de mis colegas, como Ady Giordano de la Facultad de Química y de Farmacia; de mi asistente de laboratorio Víctor Ahumada, Gabriel Núñez; Catalina Bay-Schmith, de la Dirección de Transferencia y Desarrollo; mis estudiantes, mi hijo, nietos y de mi hija, mi mejor amiga y compañera.

Para Gloria Montenegro es clave promover un ambiente colaborativo –como el que se da en la UC– para desarrollar interacciones académicas e interdisciplinarias. “Hay que seguir buscando activamente en Chile cómo potenciar y valorar a nuestros recursos naturales, con denominación de origen, como la miel ulmo, que es un súper alimento”. 

¿Cuáles son sus siguientes desafíos? 
-Seguir gozando la vida. Quiero seguir investigando y trabajar en mi laboratorio. Me interesa compartir conocimientos y experiencia. Formar alumnas y alumnos en forma íntegra, con valores éticos. Creo en mis descubrimientos, me encantan todos los productos apícolas: tomo jalea real, propoleo y una cucharadita de miel casi todos los días. Soy feliz, estoy en un momento pleno. Cuando Dios me llame, lista no más, no le tengo miedo a la muerte, pero no la voy a esperar acostada.     

“Hay que seguir buscando activamente en Chile cómo potenciar y valorara nuestros recursos naturales, con denominación de origen, como la miel ulmo, que es un súper alimento” - Gloria Montenegro, profesora Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal.
  


 


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